La crisis… pues oiga, según se mire

diciembre 14, 2010

Que actualmente padecemos una crisis económica de gran alcance está fuera de toda duda. Las noticias (malas casi todas) son constantes y los indicadores económicos, políticos, sociales, etc. no hacen sino refutar día a día que el modelo económico que ha estado «funcionando» hasta 2007 en Europa y parte del mundo «desarrollado» se encuentra colapsado.

Se antoja necesario (urgente incluso) llevar a cabo cambios que permitan salir de este pozo en el que estamos metidos. Casi todo el mundo podría coincidir en que el objetivo común es lograr un nivel de vida lo mejor posible para el mayor número de ciudadanos: servicios esenciales (educación, sanidad) al alcance de todos, libertad, empleo… Parece que si los objetivos generales son tan obvios, hallar un paquete mínimo de soluciones no debería ser tan difícil.

Sin embargo, la realidad dista mucho de ser así. No deja de asombrar el hecho de que un mismo fenómeno (la crisis económica) pueda ser percibido de forma tan distinta según quién lo mire. Tanto en sus causas como en sus consecuencias, dependiendo de cuál sea el enfoque desde el que se analice la caída de la economía, cada uno da su receta. Lo más alucinante es que todos los autores que defienden sus enfoques son esencialmente honestos; es decir, que todos creen haber dado en el clavo, y aseguran que llevando a cabo las reformas que proponen, se podría salir de esta situación. Lo paradójico es que las recetas que se sugieren son totalmente incompatibles unas y otras.

Sólo un par de ejemplos de dos reconocidos economistas españoles:

El profesor Vicençs Navarro, toda una eminencia internacional, un referente para miles de economistas del mundo. Su enfoque (ni siquiera es de izquierdas, sino más bien keynesiano) y su análisis de la actual crisis pone el acento en que es el esquema neoliberal y la polarización de las rentas la principal causa que nos ha llevado a la hecatombe. En su opinión, ha de destinarse mucha más inversión estatal para despegar. También sugiere un aumento notable de la parte de las rentas del trabajo en el PIB. En resumen y para tontos: reclama que debe haber más Estado y más protección social para salir de la crisis.

El profesor Jesús Huerta de Soto es un brillante e importante economista de la Escuela Austriaca. Según sus análisis, la crisis tiene su origen precisamente en la excesiva intervención estatal que sufre la economía. Tal como defiende en libros y artículos, los bancos centrales orquestaron la crisis planificando desde hace años la cantidad de crédito que se iba a inyectar en el sistema. Eso llevó a los empresarios y a particulares a realizar inversiones equivocadas de forma masiva, lo que inevitablemente acaba desembocando en una crisis como la que hoy sufrimos. Su receta para salir de aqui (y para no volver) es liberalizar todos los sectores económicos y dejarlos en manos del Mercado. En resumen y para tontos: reclama que debe haber menos Estado y más facilidades para que los empresarios lleven a cabo sus proyectos.

Sólo son, repito, dos ejemplos. Hay tantos enfoques (académicos, no lo olvidemos) como queramos buscar: el catastrofista de Santiago Niño Becerra, el empresarial de Luis Garicano, el pesimista de Roberto Centeno, el optimista y progubernamental de José Carlos Díez… ¿Cómo es posible que economistas académicos como ellos pueden presentar visiones tan antagónicas de un mismo fenómeno? Aplicar sus recetas sería imposible, pero no sólo eso: es que aplicar una de ellas supone ir en contra de las otras en la mayoría de los casos. Difícil papeleta para los gobernantes… ¿a quién creer?

O mucho se equivoca el que esto escribe o queda demostrado que en esto de la ciencia económica hay mucho de ideología (la que tanto Navarro como Huerta de Soto y los demás impregnan en sus estudios) y muy poco de ciencia.


El error de aplicar criterios de eficiencia y rentabilidad en ámbitos donde no se debería. En defensa de lo público

septiembre 28, 2010

En este caso no hará falta extenderse demasiado. En resumen, el que aquí escribe sostiene que es falaz y cínico el uso constante de la «eficiencia» y la rentabilidad como criterios primordiales tanto en el mundo público como el privado. Pero sobre todo en el público.

Se tratan simplemente de unos criterios más. Hay otros muchos, por mucho que la actual doctrina económica liberal se niegue a ponerlas sobre la mesa. Desde este blog se reinvindica la OPORTUNIDAD y la CONVENIENCIA como criterios tan válidos o más que la eficiencia a la hora de mantener empresas o determinados sistemas económico-politicos. Mantener una línea de autobuses que unan una ciudad X con un pueblo Y puede ocasionar pérdidas monetarias (me niego a denominarlas «económicas») a la empresa pública, pero a juicio de una sociedad en la que el criterio «eficiencia» no sea el único tal vez sea oportuno y conveniente que ese pueblo no se quede aislado de la ciudad.

Especialmente oportuno se antoja combatir y reducir la ineficiencia, lo que para nada quiere decir buscar ante todo la eficiencia. Es sencillo de entender ¿no? Una cosa es evitar «lo negro» y otra muy distinta querer «sólo lo blanco». Por ejemplo: una empresa pública X que suministre servicios educativos, sanitarios, de transporte, etc, debe procurar la mínima ineficiencia posible, eso no se discute. Ante el derroche, el malgasto o la descarada mala utilización de recursos nadie se puede quedar contento. Sin embargo, otra cosa muy distinta es pretender que esos servicios sean eficaces/rentables por que sí.

¿Privatizar la sanidad o la educación? ¿Para qué? No en mi país. No nos mintamos. Su aparente «milagro», que no es otro que transformar los servicios públicos en negocios rentables, se basa no en un supuesto «buen hacer» de los empresarios, sino en recortar drásticamente los servicios que antes ofrecía la alternativa estatal. ¿Por qué convierten en rentable lo que antes era deficitario? Porque reducen salarios de empleados, fomentan la temporalidad y la precariedad, subcontratan donde pueden, racanean acá y allá y, en definitiva, ofrecen un servicio peor que el que se daba en la opción pública. Un ejemplo en la sanidad de lo que es gestionar de forma privada lo público: Antes, cada médico dedicaba el tiempo de consulta que fuera OPORTUNO y NECESARIO con cada paciente. Formaba parte del saber hacer de cada colegiado el dedicar un tiempo u otro para atender a sus pacientes. Sin embargo, desde la implantación de los criterios privados de «eficiencia» y «rentabilidad», los médicos de consulta tienen un tiempo medio estipulado para cada paciente, que si no cumplen repercutirá en su productividad y por lo tanto en su salario a final de mes. Es decir, se le chantajea con rebajar su sueldo si no se aviene a dedicar un tiempo cada vez más reducido a sus pacientes, en vez de fomentar que emplee el tiempo NECESARIO en cada caso, conlleve o no pérdidas a la empresa. Por último, y sólo por acabar con el tema sanitario, decir que el fomento de la empresa privada en el ámbito de la salud acabará INEVITABLEMENTE como está ahora mismo en EE UU: con una escalada de precios imparable, que hará que hasta los servicios médicos más esenciales supongan un desembolso sangrante para el ciudadano. La demanda de productos y servicios sanitarios es infinita y la oferta siempre será escasa si se deja en manos privadas, es un negocio demasiado jugoso como para resistirse.

Parece claro que hay determinados servicios que se prestan mejor si no se dejan en manos de la empresa privada. Pero es que el que aquí escribe va más allá en la implantación del criterio de «conveniencia». Hay decenas de sectores (energético, industrial, cultural…) en los que se antoja conveniente implantar modelos públicos. Noam Chomsky habla de las «ventajas secundarias» de las instituciones públicas, y no son pocas: garantizan una producción y un servicio a pesar de las pérdidas económicas en un momento dado (por ejemplo: una empresa carbonífera, a pesar de ser deficitaria, puede garantizar una reserva estratégica para el país, lo que nos hace menos dependientes del extranjero), funcionan como empleadores, lo que garantiza un efecto multiplicador de la economía (actividad y empresas subsidiarias alrededor suyo) allí donde se implanten, pueden mantener el empleo en ciclos recesivos…

En resumen, que pensemos cuáles son los criterios que queremos que gobiernen nuestra vida en sociedad y votemos en consecuencia.


Contra el ataque y persecución a Cuba

septiembre 14, 2010

Antes que nada, no es este el blog de un revolucionario simpatizante de Fidel y Raúl Castro. Para nada. Creo que en Cuba se vive una situación cercana a lo insostenible: un Estado ineficaz que oprime en parte a la población. La intención de este post no es tanto defender al Gobierno que actualmente acapara el poder en Cuba, sino desenmascarar que lo que en realidad se hace con el país caribeño y su régimen es una persecución política, por ser este Estado el último vestigio de la alteridad ideológica (la llamada democracia popular). Cuando Cuba se venga abajo (que lo hará) ya no habrá alternativa al sistema único de democracia liberal impuesto en el mundo por EE UU y la Unión Europea.

Como para el autor de este blog eso supone un auténtico drama (la imposición de un pensamiento único), es obligado contraargumentar a favor de la República de Cuba. Tan injusto como no ver que lo que allí pasa es terrible es juzgar con rigidez y falta de contexto a la isla. Es el ataque desmesurado a Cuba lo que mueve a actuar a este quien escribe. Lo que en el análisis internacional no se puede hacer es evaluar una situación desde posiciones éticas y absolutas, porque en ese caso, y si nos ponemos quisquillosos, NADIE pasa de curso. En las relaciones internacionales reina el realismo y la oportunidad, no la ética. Es triste, pero es así. Cada país hace lo que puede cuando lo cree oportuno. Ningún país (repito, ninguno) actúa bajo presupuestos éticos, por lo que no sé por qué razón sí debería hacerlo Cuba. Por lo tanto propongo un análisis Realpolitik, evaluando la situación cubana en el contexto cubano, sin hacernos trampas al solitario. Y ya digo: no vale comparar a Cuba con la UE porque NUNCA ha sido Cuba (ni con Castro ni sin Castro) como la UE.

La situación, al entender de quien escribe, es esta: Cuba es un país en vías de desarrollo de apenas 11 millones de habitantes que diariamente ocupa ríos de tinta en diarios, revistas, radios y televisiones. Sobre todo en España (pero no sólo en España) se nos recuerda que el país sufre una profunda crisis causada principalmente por la falta de libertades y la absoluta ineficiencia del sistema económico socialista. La situación de empobrecimiento se nos muestra habitualmente en los medios con varios y recurrentes ejemplos: el ciudadano que espera horas para subirse a un autobús, la familia que se pasa el día en el rellano de la casa sin hacer nada, los coches de los años 50 destartalados (y tuneados), los jóvenes que -hartos de la opresión y la miseria- deciden exiliarse a EE UU… A la situación económica se suma la gran punta de lanza ideológica de los antisocialistas: la falta de libertad política. Unos 55 presos de conciencia (según el informe 2010 de Amnistía Internacional) son el más claro exponente de la represión política y la barbarie de Fidel Castro y los suyos. En España el PP ha hecho bandera del ataque al sistema cubano y constantemente utiliza un lenguaje absoluto -en términos de blanco y negro, de o conmigo o contra mi- para hablar de la situación en la isla, olvidando cualquier tipo de matiz o contexto. Los populares además insisten en que las medias tintas del PSOE (cada vez más cercano ideológicamente al PP) no hacen sino colaborar con el régimen.

Dado el contexto, aquí van una serie de alegaciones que, si bien no exculpan en nada al Gobierno de Cuba, en opinión del autor sí que contextualizan todo lo que ocurre allí:

– Se dice que en Cuba «no se respetan los derechos políticos y de opinión, existe un régimen de partido único (el socialista) y se persigue a la disidencia política proestadounidense». Eso es completamente cierto. Sin embargo, llama la atención que el país que más fieramente condena estas ‘atrocidades’ (EE UU) no sea precisamente un dechado de virtudes. Primero porque ellos también tienen un sistema en el que no es posible la disidencia política (¿hace falta recordar la caza de brujas contra los comunistas o los sospechosos de serlo?) y segundo porque en vez de un sistema de partido único tienen un sistema bipartidista. Oh, entonces, ¿el monopartidismo es obra del diablo, pero el bipartidismo es el paradigma de la libertad democrática? Algo huele mal, y no son los calzoncillos de este quien escribe…

-En Cuba «se encarcela a los disidentes». Eso es cierto. Como ya se dijo antes, según Amnistía Internacional son 55 los presos de conciencia. Según las Damas de Blanco son 75. Ya sé que si nos ponemos exquisitos con que haya UNO SÓLO ya es algo denunciable y execrable, pero ¡qué quieren que les diga!, en un país de 11 millones de habitantes que vive un bloqueo económico desde hace 50 años, 75 presos políticos no es una cifra como para hablar de «tiranía opresiva y  brutal» o como para comparar a Fidel Castro con Pinochet o Saddam Hussein como hace el PP. Salirse tanto tanto tanto del tiesto resta credibilidad a los populares y hace pensar (por lo menos a quien escribe esto) que en realidad existe algo así como un ánimo de revancha, como un cierto complejo para con esa izquierda no democrática. Si tener 75 presos políticos es propio de un estado «opresivo y brutal», ¿qué ocurre en España con los 558 presos etarras que albergamos en nuestras cárceles? Señoras y señores, podemos ponernos estupendos y decir que «no tiene nada que ver», pero a ojos de los observadores imparciales (por ejemplo, Amnistía Internacional) somos un país sospechoso de torturar a presos etarras y que ha creado leyes ad hoc contra el movimiento vasco de liberación nacional. Así de claro. Se podrá poner a parir a este que escribe, pero aquí y en cualquier parte, cerrar el diario Egunkaria, meter en la cárcel a Arnaldo Otegi (y todo el resto de portavoces de la ilegalizada Batasuna) y evitar que sistemáticamente se pueda manifestar por las calles la llamada izquierda abertzale es persecución política. Arnaldo Otegi es un preso político para España EXACTAMENTE igual que Osvaldo Alfonso Valdés lo es para Cuba. El Estado Español considera a Otegi un delincuente común igual que el Estado Cubano considera a sus presos políticos simples delincuentes. Si alguien es capaz de argumentar UNA SOLA diferencia que aporte legitimidad a la persecución política en España y no en Cuba, que lo haga saber, por favor. Y ya es para mear y no echar gota la falta de coherencia de Estados Unidos, que por un lado exige a Cuba que se democratice y por otro mantiene en el propio territorio cubano una cárcel (Guantánamo) que, aparte de ilegal, es la mayor vergüenza internacional y espejo para tiranos de todo el mundo.

– Se habla constantemente del descontento de la población cubana para con el sistema y el Gobierno. Bien, es cierto. Pero no es menos cierto que actualmente existe un gran desapego también en las ‘democracias consolidadas’ y que cuando se realizan todo tipo de encuestas en un país como España TODOS los políticos suspenden en su evaluación por parte de los ciudadanos. El descontento, como aquí se demuestra, es generalizado y  siempre que se le pregunta al ciudadano así lo hace saber. Ah, pero sólo en Cuba se deben tomar medidas y cambiar el sistema. un poco hipócrita, ¿no?

– Un hecho que NO ES MENOR y que explica en gran parte el repliegue del Gobierno cubano es la política golpista sistemática de la CIA en la isla. No sólo es el bloqueo económico que impide la llegada a Cuba de cosas tan elementales como medicinas y tecnología. Es que Fidel Castro ha sido objeto de 164 intentos de asesinato. Así como lo oyen. Al que escribe, en un ejercicio de política-ficción, se le ocurre que si eso hubiera ocurrido en un país como España, ¿Cómo habrían reaccionado las fuerzas políticas? ¿Abriendo más el régimen o cerrándolo? ¿Y qué pasaría en EE UU si su presidente estuviera constantemente en el punto de mira de las potencias enemigas? Difíciles preguntas y difíciles respuestas, sin duda…

– Pese al embargo y lo cerrado del régimen cubano, hay éxitos económicos que son INNEGABLES y que -en opinión de quien esto escribe- son el quid de la cuestión con respecto a Cuba. Se ataca tanto -tantísimo- a Cuba porque se ha demostrado que FUNCIONA. Funciona peor que los países más desarrollados, pero comparado con los países de su entorno (que es con quien hay que comparar) está claro que los avances sociales son rotundos. El primero de ellos, y todo un motivo de orgullo, es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), un indicador que mide los países según la salud, la dignidad de vida y la educación media de sus ciudadanos. Ahí es nada. Pues bien, en una lista de 182 países, Cuba ocupa el puesto 51, dentro de los países con un IDH ALTO. Cuba, que tiene un IDH peor que el de la mayoría de países de la UE, está sin embargo por delante de prácticamente todos los países de su entorno: Costa Rica (puesto 54), Venezuela (puesto 58), Trinidad y Tobago (puesto 64), Santa Lucía (puesto 69), Granada, Dominica, Colombia (puesto 77), República Dominicana (puesto 90), Belice (93), Nicaragua (puesto 124) y Haití (puesto 149). Esto es lo que se llama una comparación ajustada a la realidad, y no comparar la libertad política cuabana con la de Alemania, por ejemplo. Tal vez los ciudadanos cubanos no gocen de libertad política (eso es totalmente cierto y en este blog se reconoce sin ninguna reserva), pero parece claro que gozan de otros muchos derechos (tan importantes o más que la libertad política) que en los países de su entorno son poco menos que ciencia-ficción. Entonces, como antes se dijo, y aplicando una visión realista (no absoluta), en Cuba no se está mal, atendiendo a los indicadores de calidad de vida y comparando con quien se tiene que y se puede comparar.

– Hay más indicadores que sitúan a Cuba VARIOS ESCALONES por encima de los países de su entorno. Actualmente la esperanza de vida media en el mundo es de 66 años aproximadamente. Cuba ocupa el puesto 38 en la lista mundial (un cubano que nace hoy tiene un futuro medio de 77,45 años. Un haitiano, sin embargo, vivirá apenas 60 años; un colombiano, menos de 73 y un dominicano apenas 74. ¡Vaya! Parece, al contrario de lo que se nos dice, que el sistema socialista ha procurado unos estándares de vida mucho más dignos a sus ciudadanos que el resto de democracias bananeras que imperan en el mar Caribe. Pero es que hay indicadores en los que destaca Cuba y con los que incluso PALIDECE la arrogante Unión Europea: ¿No es acaso la alfabetización y el acceso a la cultura general un derecho básico del ser humano? Pues bien, en Cuba hay un índice de alfabetización del 99,8% y ocupa el sexto puesto entre todos los países del mundo (50 puestos por encima de España). Se puede decir lo que se quiera, pero los datos que corroboran que Cuba «no está tan mal» son ABRUMADORES. El último dato que se va a aportar es el más capitalista de todos (la renta per cápita en paridad de poder adquisitivo), que sin embargo refuta la tesis que aquí se defiende: Cuba está igual o mejor que los países de su entorno. Según The Economist, la Renta per cápita PPA de Cuba en 2010 es de 10.330 dólares. En una «democracia amiga de España» como Colombia, sin embargo, apenas llega a los 8.500$; Y en Paraguay, a 4.500$.

– A Cuba no se le puede medir con el rasero de la UE porque NUNCA ha sido como un país de la UE; siempre ha sido un país en vías de desarrollo, y con esos países hay que compararlo. Es cierto que en cuanto a libertad política queda mucho por recorrer, pero no es menos cierto que comparado con otros (a los que no se les recuerda constantemente su pésima situación) está muy pero que muy bien situada.

– A lo que voy, esto es una persecución y un intento de desprestigiar la única alternativa ideológica que queda al sistema único de democracia liberal. El problema es que la izquierda le hace actualmente el juego a la derecha, pregonando exactamente los mismos postulados y no viendo el contexto REAL en el que vive la isla. NADA comparable a ningún país de la UE. Y es que lo que pasa con Cuba no es más que una gigantesca campaña propagandística e hipócrita. Los líderes del «mundo libre» se reúnen y negocian constantemente y sin ninguna vergüenza con los gobernantes de dictaduras como Libia, China, Haiti, Rusia, Marruecos o Pakistán… países que pisotean MUCHO más los derechos humanos y a los que no se les exige ni una decima parte que lo que a Cuba.

Hay MUCHO que mejorar en Cuba, pero desde luego, y a la vista de las pruebas, no es el país que más tiene que arreglar ni con más urgencia. Por lo tanto, todo este ruido que hay a su alrededor no es más que propaganda interesada en acabar con las alternativas al monolítico discurso demócrata-liberal.

Gracias por la atención, se admiten todo tipo de disensiones.


El PIB, el indicador que quizás, no sé, tal vez, habría que revisar…

May 6, 2010

¿Verdad que nadie se tomaría en serio a una persona que midiera la felicidad de la gente según el número de zapatos que poseyera? ¿No es verdad que cualquiera le diría a esa persona que «hay cosas más importantes en la vida» y que los zapatos son una mera anécdota? Pues así más o menos estamos actuando todos, tal como lo veo, cuando nos arrodillamos y rendimos pleitesía al Santo Varón de los indicadores macroeconómicos: El PIB.

Si todas nuestras decisiones de economía política orbitan alrededor de un concepto falso, engañoso o simplemente desfasado, tal vez todo nuestro sistema está mal construido desde la base. En el actual capitalismo, el Producto Interior Bruto (PIB para los amigos) es el indicador macroeconómico principal, el que guía las políticas de los gobiernos, el que determina más que ningún otro el éxito o el fracaso de una sociedad. Pero… ¿qué es y qué mide exactamente? ¿realmente es el indicador más apropiado en el mundo globalizado y preecologista en el que vivimos? Creo modestamente que no.

El PIB se define básicamente como el valor final de todos los bienes y servicios producidos en un país o conjunto de países en un periodo concreto. Detengámonos en los conceptos, porque son tremendamente perversos.

El «valor final» es antes que nada algo filosófica y metafísicamente imposible de medir. En todo caso, si me apuran, será el precio final lo que refleje. Pero bueno, eso daría para otro post. El caso es que el PIB mide el resultado de un proceso, no el proceso en sí. Ya para empezar suena incompleto. Un ejemplo (teórico, pero real y realizable) de lo que la actual concepción económica contabiliza como crecimiento: un empresario X decide captar el aire de la atmósfera, que no «vale» nada, lo embotella, lo distribuye y lo vende al por menor a un precio (¿»valor»?) de 25 euros la botella. Eso en la concepción económica actual supone un aumento del PIB como un castillo. Se ha creado riqueza donde antes no había valor. Antes sólo había aire desinteresado y  sin dueño y ahora alguien nos facilita su acumulación gracias a que lo ha envasado. ¡¡¡Riqueza!!! ¡¡¡Aumento del PIB!!! ¡¡¡Los gobernantes, las bolsas, los inversores y los indicadores macroeconómicos todos se ponen palotes!!!

Qué gran falacia. Sobre todo porque como sólo se tiene en cuenta el «valor final», es decir, el precio en el supermercado de este producto y la ganancia en la cuenta de resultados de la empresa, se olvidan aspectos esenciales de todo el proceso de producción que deberían restar «valor» al asunto. ¿Está contabilizada en alguna parte la pérdida irreparable que supone para todos esa usurpación del aire? Para fabricar las botellas se ha empleado plástico, elaborado a partir de petróleo que a su vez ha sido extraido de la tierra, donde se ha creado tras millones de años de «producción». Nosotros lo extraemos como si fuera realmente nuestro, lo modificamos a nuestro antojo, utilizamos las partes que nos interesan y «devolvemos» a la naturaleza las que despreciamos y así con todo. ¿Todo este empleo de recursos acaso no debería ser contabilizado?

¿Acaso no debería restar en el PIB de Brasil, por ejemplo, que año tras año se deforesta una gran parte del Amazonas? ¿No es acaso una riqueza indiscutible ese inmenso pulmón natural? ¿No debería formar parte irrenunciable de cualquier inventario de la riqueza de un país? En nuestra gran teoría macroeconómica actual eso no tiene lugar. Lo único que cuenta es que esa madera que ha tardado siglos en crecer se vende a un precio, genera unos puestos de trabajo y unas industrias dependientes que hacen aumentar el PIB. Nada más. Creo que nadie discute que si nos cargamos recursos naturales que no se pueden regenerar eso debería restar en la «cuenta de resultados» de un PIB bien medido ¿no? Pues no es así en el actual sistema.

Los recursos humanos y naturales se dan por hecho en la teoría macroeconómica. No son variables, no se miden. Que la población de un país tenga difícil acceso a la vivienda, o  que un país tenga más kilómetros de costa que otro simplemente es irrelevante para los indicadores de riqueza agregada, siempre y cuando no haya una vía de negocio relacionada con eso. Ejemplo: que en España haya el doble de días de sol que en Alemania es una ventaja y una riqueza objetivas para los españoles. Nadie se atreverá a discutir esto, ni siquiera los alemanes. Sin embargo, eso nunca se reflejará como una riqueza para el PIB. Lo que sí medirá será, verbigracia, el peso del turismo de sol y playa en uno y otro país.

A lo que voy: que el PIB fue una herramienta útil durante un tiempo para permitir el desarrollo de las sociedades capitalistas. Creo que hay que dar un paso adelante y luchar por desarrollar uno o varios indicadores de riqueza más verdaderos y sobre todo, que reflejen los auténticos impactos de los procesos productivos. Si sólo tenemos en cuenta el «valor final» de nuestra economía nos cargaremos el planeta, empeoraremos las condiciones de vida de la población sin freno y sobre todo: estaremos buscando objetivos económicos EQUIVOCADOS. La economía no es la lucha por la obtención del beneficio. Esa milonga podía valer hace 200 años, ahora hay que evolucionar. La economía es la distribución de recursos más equitativa y justa posible; se trata de conseguir que la riqueza VERDADERA esté lo más repartida posible. El actual sistema de competencia individual, empresarial y estatal es la garantía absoluta de que por este camino no vamos bien.

PD: Acaban de salir los datos del PIB del primer trimestre de 2010 para España. Ha habido un aumentos del 0,1%, con lo que las autoridades se han apresurado a contarnos que ya estamos saliendo de la crisis… ¿La crisis no será más bien el drama de tener un 20% de paro y un 40% de paro juvenil?


Propuesta a vuelapluma para reducir el paro y el déficit y reactivar el consumo y la actividad

May 5, 2010

Este es el primero de una serie indefinida (a priori) de artículos, soflamas y pensamientos sobre la economía y la antieconomía. Ideas sueltas, esbozos de un simple aprendiz de esta pseudociencia. La idea de este blog no es que nadie saque conclusiones de estos pensamientos/ex abruptos, sino que es un mero almacén de ideas, un diario personal y antieconomico, por así decirlo.

Puede parecer irreal e irrealizable, pero desde hace días ronda en mi cabeza una posible (o imposible) solución para el mercado laboral y la crisis económica españoles. ¿Qué pasaría si redujésemos de forma general la jornada laboral a cuatro días semanales en todas las empresas de más de 50 empleados? Esa medida debería conllevar, si la economía de mercado funciona con los automatismos que siempre se enorgullece en proclamar, una reducción del 20% en los salarios y un aumento del 20% de la ocupación. Mataríamos de esta forma varios pájaros de un tiro:

1) Lograríamos una devaluación interna efectiva sin tocar ni tipos de cambio ni el valor del euro, ni nada de nada. Una reducción general de los salarios nos haría automáticamente más competitivos para exportar y atraería la inversión del exterior.

2) Reduciríamos el desempleo de forma notable. Al descender la jornada laboral máxima, harían falta más trabajadores para realizar el mismo trabajo. ¿Implicaría eso mayores costes empresariales? En principio no, porque al aumentar la productividad por empleado, se compensaría un eventual incremento.

3) Incrementarían el consumo y la actividad. Cierto que una reducción de los salarios en principio mermaría la capacidad de consumo de toda la población, pero como en este caso sería general, conllevaría casi automáticamente una reducción de los precios, por lo que en un plazo medio (el tiempo que tarde en ajustarse oferta y demanda) la actividad se revitalizaría ya que en realidad habría más asalariados, es decir, más personas con capacidad de consumo, ahorro e inversión.

4) Reducir el tan temido déficit público. Si un 20% de la población se pasa del desempleo al empleo, supone un cambio total de los ingresos y gastos del Estado: Se pasa de tener unos 4 millones de percibidores de ayudas públicas a unos cuatro millones de contribuyentes. Se podrán hacer todas las puntualizaciones que se quieran a este tema, pero parece claro que cuanto mayor sea la ocupación, menor es el gasto de las administraciones.

Cualquier crítica, aportación o mejora a esta propuesta será tenida en cuenta y añadida, llegado el caso…